Imaginemos que todas las Administraciones Públicas cumpliesen las normas. Ademas de muy aburrido y dejar sin trabajo a muchos funcionarios, abogados y jueces, seria insoportable para el ciudadano ( una Administración que detectase todas las infracciones y las sancionase sería una pesadilla). Cosa de magia.
Viene al caso, porque me enteré la semana pasada con regocijo que el Ministerio de Cultura le ha otorgado a Juan Tamariz la Medalla de Oro al mérito de las Bellas Artes, y así como entre la fronda de motivaciones que inspiran este tipo de reconocimientos, suelen aletear razones inconfesables ( lealtades ideológicas, populismo, etc) en este caso creo sinceramente que es una medida oportuna y digna de unánime aplauso. En el plano jurídico, las medallas y honores son lo que los administrativistas califican de actividad de “fomento” , esto es, un reconocimiento oficial de una actividad como ejemplar y meritoria, y en este caso, incluso me provoca una reflexión sobre la política y el ejercicio del poder público, que publiqué en un prestigioso diario.
Pocas personas del mundo del espectáculo me han dejado tanta huella en la infancia, y sigue asombrándome actualmente, como este mago madrileño que desde la vieja pantalla en blanco y negro, con apariencia de Mortadelo disfrazado de feriante, nos dejaba perplejos con sus juegos de cartas, un humor chispeante y el toque de un imaginario violín (Niariananaaaaaa).
Como la magia es sueño, me gustaría imaginar su actuación si fuere elegido máximo gobernante del país. ¡¡ Pasen y vean!!
Como público, sería de esperar, como de todo político, que nos ofrezca ilusión y que fascine, sin decepcionar a los espectadores, esto es, a los ciudadanos. Nada de magia negra.
Nada de levitaciones, pues no faltan políticos profesionales que saben elevarse por encima de los demás sin tener nada sólido bajo sus pies.
Para empezar estaría bien un truco de esos clásicos de piense un número, por ejemplo, cinco millones ( de parados) y sin acudir a manipulaciones de datos de estadística oficial, lo convirtiese en un número increíblemente inferior.
También me gustaría que hiciese aparecer de la chistera el escamoteado recorte en la nómina de los empleados públicos. Un truco buenísimo de la mano de un Decreto-Ley, aunque seguro que un buen mago no requiere de esos artificios.
Sería magnifico que con un serrucho trocease los órganos de las Administraciones Públicas sin otra razón para existir que la subsistencia de sus titulares, aunque maliciosamente me gustaría que se olvidase de cómo recomponerlo.
Por si alguien no lo sabe, Tamariz también sabe malabarismo y me encantaría verle voltear y hacer equilibrios con las fusiones bancarias, con las Comunidades Autónomas, o con el Tribunal Constitucional y el Tribunal Supremo.
Para terminar, me encantaría el viejo truco de las monedas y que los bolsillos de los espectadores se llenasen de ellas por arte de birlibirloque para poder llegar a fin de mes.
Entonces aplaudiríamos a rabiar puesto que, lo que mas agradaría de Tamariz como político sería que, si os fijáis, siempre tiene las mangas subidas y las “manos limpias”. Limpieza y sin trampas, solo inocentes trucos. Y además, muy importante, se va al acabar la función, no se queda y sigue aferrado a su poder seductor, como muchos políticos que se resisten a abandonar la poltrona, emulando al conejito de Duracell.
Claro que hay que recordar que Juan Tamariz es mago “de cerca”, por lo que siempre estaría próximo al pueblo. Personalmente me asombran los trucos de grandes artificios que hacen desaparecer elefantes o aviones, estilo David Copperfield, pero no tienen mucho mérito ya que, por ejemplo, bajo la luz mediática apropiada la dura labor instructora llevada a cabo por muchos jueces se presenta a la opinión pública como una montaña de indicios, prisiones provisionales, fianzas ingentes, envuelto en miles de folios y, súbitamente, todo desaparece como un azucarillo bajo palabras mágicas como “ Sobreseimiento”, “Archivo” o “ Prescripción”.
Pero la realidad se impone y al despertar de tan bello sueño, nada mejor que leer esa conocida frase de Woody Allen: “El mago hizo un gesto y desapareció el hambre; hizo otro y desaparecieron las injusticias y las guerras. El político hizo un gesto y desapareció el mago”. Esperemos que la tozuda realidad no nos haga perder la ilusión en un mundo mejor.
Y es que a veces, a la vista de las ocurrencias políticas, de lo que publican los Boletines Oficiales, de lo que pretenden Planes y Programas públicos, de los experimentos con la función pública, y de lo que dicen algunas sentencias, como ese otro fabuloso mentalista que es Antony Blake, me digo para mis adentros “ Todo lo que veo es producto de mi imaginación, no hay que darle mas vueltas”.
Para terminar, como sencillo homenaje al maestro Tamariz, os invito en esta época vacacional a examinar este video con atención y os reto a averiguar el truco… si es que lo hay