La Constitución española ha cumplido treinta años. Es una edad en que el ser humano, tras los felices años veinte, suele mirar al pasado y replantearse el futuro. Sevach analizará lo que en una humanización de la carta constitucional podría percibirse en tan soberbia treintañera.
1. La personalidad constitucional se ha consolidado en lo fundamental ( el modelo democrático y el Estado de Derecho) pero también se ha formado y deformado a golpe de experiencia sociopolítica:
- Se han forjado manías: los partidos políticos se han convertido en el eje del Estado, haciendo realidad lo que García Pelayo denominaba ” El Estado de los Partidos”, postergando el siempre deseable Estado de los Ciudadanos.
- Se ha incurrido en excesos de juventud: el desangramiento de competencias por cauces constitucionales o encubiertos ( a favor de Unión Europea, Comunidades Autónomas y entes locales) conducen a un Estado exangüe y sin fuerza.
- No se han tenido claros los límites y se pagan los errores: los desdibujados confines entre lo público y lo privado, entre intervencionismo y mercado, entre derechos individuales y colectivos,etc.
- La juventud es mudable: el urbanismo ha sido tejido y destejido al estilo de Penélope; las leyes medida y de acompañamiento han brotado como el Guadiana para resolver urgencias de Estado, la legislación de Contratos Públicos sorprende con sus evoluciones a propios y extraños; el Estatuto de los Empleados Públicos marcha a ritmo de Samba (mucho agite y esplendor pero no lleva a ninguna parte).
- Mucha imprudencia y mucho coitus interruptus bajo el paraguas constitucional (mucha norma, mucho Plan, mucho estándar, mucho control…pero tras la Ley grandioelcuente se produce la marcha atrás de la Administración, incapaz de cumplirla o temerosa de sus consecuencias): caso de la legislación medioambiental, legislación sobre Dependencia, etc.
- El joven solo considera justo lo que le da gusto: la Justicia ha sido juguete de los partidos políticos y comparando el Consejo General del Poder Judicial creado por la Constitución y la situación actual, el mismísimo Ortega y Gasset diría aquello de ” No es esto, no es esto”.
- Se han cometido pecados de inocencia: confiar en la infalibilidad del Tribunal Constitucional para garantizar el sistema.
- Se ha estado en malas compañías: grupos de presión y corporativismos, así como los grupos mediáticos con su influencia desorbitada, han llevado al Derecho a situaciones límite.
- Se ha incurrido en despilfarro inútil:¿gastos de un costoso Senado y no menos costosos senadores?, ¿un Consejo Económico y Social tan pomposo como prescindible?.
- Cosas que antes parecían naturales ahora se revelan anacrónicas:¿la monarquía?
2. Y es que el traje constitucional que antes cubría todas las necesidades ( como un vaquero Levi Strauss, duro y flexible, para todo) hoy día no sirve para nuevos usos y entornos ( globalización, tecnología con nuevos problemas, derechos de tercera generación, pluralismo social, etc).
En fin, que aunque el horno no esté para bollos ( crisis de la estabilidad económica, crisis de la credibilidad política, crisis de valores sociales, inestabilidad internacional…) quizás la Constitución deba reformarse para no llegar debilitada a la crisis de los cuarenta que, es sabido, suele ser la mas temida porque se toman las decisiones mas drásticas.
3. Y eso sí, sería temerario dar una receta sobre la orientación de la reforma constitucional que le corresponde marcar al Pueblo con mayúsculas y un esfuerzo de consenso real de los partidos políticos (entendiendo por esfuerzo la voluntad de renuncia a lo menos para salvar lo más), pero al menos para Sevach lo único que debe estar claro, teniendo en cuenta que el signo de los tiempos es la preocupante fragmentación social, económica, política y territorial, es fijarse como límite a todo experimento constitucional aquello que resumía el cantante asturiano Victor Manuel en un estribillo de su canción titulada “Esto no es una canción”, y es que lo dicho en la misma que puede oirse aquí (superando el contexto y el prejuicio subyacente de la época), resulta aplicable al discurso de los políticos de cualesquiera ideología cuando se calientan la boca con grandes palabras (patria, nación, justicia social, valores…): ” Aquí cabemos todos, o no cabe ni Dios”.